La ética aplicada da la impresión de que es una disciplina que funciona a partir del descubrimiento de los principios éticos, y una vez descubiertos, se limita a aplicarlos a los ámbitos y casos concretos, siguiendo el modelo de racionalidad del silogismo deductivo. Este es el llamado modelo casuístico, al que suele recurrir en ocasiones la bioética, y que funciona por analogía de casos, pero considerando las consecuencias y el contexto particular.
Sin embargo, la ética aplicada ha ido ampliando su campo de acción y hoy día plantea que la solución de casos concretos no debe ser lo único, sino que es preciso diseñar los valores, principios y procedimientos que en los diferentes casos deberían tener en cuenta los afectados. Actualmente se trata de utilizar un procedimiento de carácter retórico y práctico, entendiendo por retórico el arte de realizar juicios probables sobre situaciones individuales y concretas. En este tipo de juicios, que alcanzan probabilidad, no certeza, la solución de los conflictos no se alcanza por la aplicación de axiomas formulados a priori, sino por el criterio convergente de todos los hombres, a lo menos de los más prudentes y sabios, expresados en formas de máximas prácticas de actuación [Cortina, 1993, 174].
Es decir, ahora hay que reflexionar acerca de las propias experiencias y formularlas en forma de método porque se ha advertido, aunque resulte imposible llegar a acuerdos con otros especialistas, en el terreno de los principios éticos, pueden ponerse de acuerdo en ciertas máximas de acción para orientarse en los casos concretos.
Ahora bien, la ética aplicada admite que algunos ámbitos requieren de un tipo de reflexión distinta, como es el caso de la bioética, la educación o la moral cívica. Por lo que en los procesos de toma de decisiones es preciso, en primer lugar, tomar en cuenta el tipo de actividad de la que nos ocupamos (médica, económica, ecológica, informática, periodística, etc.) y la meta por la que la actividad cobra su sentido. Recordando que toda actividad cobra su sentido al perseguir los bienes internos a ella. En segundo lugar hay que tener presentes los valores, principios y actitudes que es menester desarrollar para alcanzar la meta propia, y el bien interno a esa actividad. En tercer lugar hay que reconocer los valores y principios peculiares anteriores en esa actividad concreta y su relación con los desarrollados en el proceso ético dialógico. Por último hay que considerar los datos de la situación, describiéndola del modo más completo posible [Cortina, 1993, 175].
En la ética aplicada, las decisiones se dejan para que sean tomadas en cada caso por los afectados, o por sus representantes, desde el marco deontológico que los considera como interlocutores válidos, si bien los argumentos que se aportan pueden proceder de distintas tradiciones éticas. También hay que decir que los principios han de ser seguidos mientras no entren en conflicto con otros de igual rango, y en caso de que entren en conflicto, son los afectados o sus representantes los que tienen que decidir, a partir de los datos, llegando a una decisión personal.
La forma como operan estos principios de la ética aplicada en cada una de sus áreas, tiene ligeros matices, debido a las particularidades y características propias de cada una de ellas.
enlace http://www.eumed.net/tesis-doctorales/2012/vms/etica-aplicada.html
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